En febrero de 2026, la historia en la carrera espacial tendrá otra anotación de importancia, cuando cuatro astronautas se acerquen a la Luna, un hito que será solo un antecedente para que luego los humanos vuelvan a pisar el satélite natural. Pero la hazaña espacial está en otro detalle: parte de la Argentina también viajará hasta el astro vecino.
El Conicet lleva el streaming de regreso al océano Atlántico con una misión científica en la PatagoniaLa Luna espera la visita de los pobladores de la Tierra, tras 50 años de una conquista de la ciencia y la hazaña humana. A bordo de la misión Artemis 2 irán cuatro astronautas de la NASA, así como el conocimiento argetino: un satélite fabricado en nuestro país formará parte del lanzamiento hacia el 26 de febrero.
¿Cómo es Atenea, el satélite argentino que lanzará la NASA?
Atenea es el microsatélite que dentro de unos meses orbitará de una forma muy particular nuestro planeta. Fue desarrollado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) junto con tres universidades públicas, dos institutos de investigación y una empresa.
La sonda apenas mide 30 x 20 centímetros y será puesta en órbita durante el acercamiento lunar. El objetivo es probar y validar tecnologías para futuras misiones espaciales, relacionadas con medir dosis de radiación solar, testear diversos sensores y evaluar enlaces de comunicación de largo alcance.
“El objetivo es probar tecnología desarrollada íntegramente en Argentina, en una órbita bastante particular, con condiciones que no son usuales para satélites chicos como este”, cuenta Ramón López La Valle, investigador de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e integrante del proyecto.
El único proyecto de América Latina
Atenea fue el único proyecto latinoamericano elegido en el marco de la invitación de la NASA de hace dos años, donde los países debían postular sus satélites. Así quedaron seleccionadas las invenciones de Argentina, Alemania, Corea del Sur y Arabia Saudita.
El desarrollo del satélite argentino es coordinado por la Conae y forma parte del programa Sare (Sistema de Alta Revisita). “Son satélites de bajo costo y rápida producción, que buscan hacer más accesibles los costos de lanzamiento”, señala Cuesta González.
Un satélite que se armó en conjunto
El rompecabezas satelital se conformó en conjunto del conocimiento de muchas casas de estudio y personal capacitado. Además de la UNLP, el proyecto se concretó gracias al trabajo de equipos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y la empresa argentina aeroespacial VENG.
El diseño de la plataforma o cuerpo del satélite estuvo a cargo de la Facultad de Ingeniería de la UNLP: el grupo del Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) se enfocó en la parte estructural y en lograr que todos los subsistemas se vinculen de forma correcta; y el grupo de Sistemas Electrónicos de Navegación y Telecomunicaciones (SENyT) desarrolló la computadora de a bordo, el cerebro del satélite-, el sistema de comunicaciones y un receptor de GPS (una de sus dos cargas útiles).
En tanto, la UNSAM trabajó en la segunda carga útil: sensores fotomultiplicadores de silicio, que funcionan de forma similar a una cámara estenopeica, que forman imágenes con la luz que entra por un orificio. “Es una óptica que tiene un agujero que permite capturar luz. Nosotros lo estamos pensando para usar como tecnología de comunicación por luz visible”, comentó el investigador Gabriel Sanca sobre los “ojos” del satélite.
Por su parte, docentes y estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la UBA desarrollaron el sistema de carga de baterías, que consiste en una placa que la NASA conectará antes del lanzamiento. “Una vez que termine la carga, el sistema iniciará un proceso especial de apagado porque, al ser una misión tripulada, no puede ir nada prendido”, contó Fernando Filippetti, integrante del equipo Astar Aeroespacial.